Dio una charla en Harvard. Cuenta qué sintió y cómo lo trataron. Reivindica el saber callejero y habla de su tendencia al pecado. Antes de su gira por la Argentina, Arjona a fondo.
Estar mucho tiempo enfrente de gente, sin cantar, para mí es un problema terrible. Voy a tratar de hacerlo lo mejor posible". Ahí está Ricardo Arjona, con el aire intelectual que le dan unos oportunos anteojos, dispuesto a hablar ante 200 personas... en Harvard. Aunque usted no lo crea, la universidad lo invitó para que diera una charla --El papel del artista en promover cambios sociales-- y ahí está él, aplaudido por un auditorio repleto de guatemaltecos, mexicanos y alguna que otra señora con pinta de institutriz anglosajona. Tiene unos papeles en la mano, pero lo suyo será improvisación pura: se irá ovacionado después de una hora y media repleta de frases arjonianas.
Dirá que no hay peor enfermedad que la apatía; que es difícil generar cambios sociales si primero no se generan cambios personales; que el verdadero éxito es encontrar una vocación y seguirla: "Vi a hombres limpiando zapatos en una plaza con una sonrisa, y a poderosos empresarios frustrados porque les habría gustado tocar el bajo en una banda de rock". También hablará de comunismo, de religión, de su época de cantor en la calle Florida, de la guitarra como arma de seducción, responderá preguntas y agradecerá elogios. Más tarde, en su hotel, contará: "Esta mañana pregunté cuál era el tema de la charla. Mi asistente se quiso morir, porque estábamos con los dos representantes de Harvard. Pero sé que lo que estas instituciones buscan en alguien como yo no es sapiencia académica, sino lo que he aprendido en mi vida. Hay una escuela que no tiene nada que ver con los libros, y es la calle".
¿Hubieras preferido hablar en Berklee, que también está acá en Boston y es una universidad de música?
No, me hubiera dado más miedo. Porque yo soy un músico empírico, y en Berklee hay unos personajes tremendos. Pero a la larga, el exceso de información genera ausencia de creatividad. Yo creo que sería menos compositor si hubiese estudiado. Con menos recursos, uno aprende a generar más cosas, y menos complicadas. El hecho de no haber pasado por el jazz, por ejemplo, hace que mi asunto armónico sea más accesible. Me ha generado eso que sorprende a la gente: la posibilidad de dar conciertos de masas.
¿Te habría gustado estudiar y componer con más complejidad?
Siendo un muchacho de doce años que tocaba y escribía canciones desde los ocho, no me gustó que en el conservatorio me dijeran que iba a tener que guardar la guitarra durante dos años. Por eso lo mandé al bote de la basura.
Siempre hablás de los seudointelectuales que te critican. ¿Es una revancha haber hablado en Harvard?
Yo no me creo nada. Sé lo que representa haber estado en Harvard, pero salgo de ahí y pienso en lo siguiente. No ando por la vida llevándome los 35 Luna Park para todos lados o contándoselos a los amigos, porque me hace sentir inútil o en exceso importante. Lo de Harvard apareció, no lo buscamos con una intención mediática.
¿No te acomplejó tu falta de formación académica?
No, porque estoy muy seguro de dónde vengo y la experiencia que tengo. Desde los 13, 14 años, leer se me convirtió en un vicio. Que he ido perdiendo con el tiempo: hoy leo sólo lo que me atrapa. Te repito: lo académico en exceso se puede convertir en una tara. Saber lo que dicen los libros puede ser interesante, siempre y cuando le des chance a la picardía que te da la calle. Por eso a veces con los mejores alumnos de estas universidades no pasa nada. Los que llegan a ser presidentes de países como los nuestros son los chantas con conocimiento.
Vos serías un chanta con carisma.
No sé. Diría que soy un tipo difícil, por lo menos en el ambiente discográfico. Siempre tuve mala relación con las discográficas, siento un conflicto entre lo administrativo y lo creativo. Ellos meten a todos los artistas en el mismo embudo: no importa si haces rancheras, baladas, rocanrol, merengues, ellos te quieren llevar a un programa porque lo ve todo el país. Puede ser que ese programa le dé por la cabeza a tu carrera, pero para ellos es todo popularidad, no importa que quedes jodido. Así te pueden arruinar.
Ahora ya estarás en posición de que no te impongan nada.
Siempre joden. Siempre. La industria discográfica está metida en un lío terrible, donde todos sienten que las balas les vienen a la cabeza, y entonces nadie se atreve a arriesgar nada: van a lo seguro. La creatividad se fue, los cazadores de artistas no existen más, sólo hay administradores que velan para que los resultados sean positivos a fin de año, porque si no les cortan la cabeza.
Hoy vos serías lo seguro.
No sé, porque uno joroba mucho y se les vuelve complicado. Para ellos es más fácil tratar con un artista nuevo que dice que sí a todo.
¿Qué pasa con vos en Argentina?
Mi relación con la Argentina empezó jodida, con el disco Historias (1994) y un Lola Membrives que pagué yo, porque la discográfica me canceló el presupuesto. Fue un camino de menor a mayor, con temporadas en el Opera, el Rex. Los teatros son una buena manera de enamorar. Como un bar: es más fácil convencer a alguien que está cerquita que gritar de mesa a mesa.
En la Bombonera eso va a cambiar.
Entre los lugares grandes, es el que más cerca está. River es un lugar muchísimo más alejado de la gente. La Bombonera es como un teatrotote. Si allí tienes la posibilidad de putear al árbitro y que te escuche, algo similar debe pasar en un show.
Vos dijiste que Sui Generis fue una de tus grandes influencias. Charly García va a tocar en la misma época que vos, después de estar internado. ¿Qué te parece que vuelva tan pronto?
Conozco poco del tema. Lo que está claro es que es un animal de escenario y se nutre estando ahí. A él y a la Argentina les viene muy bien que él esté ahí parado. Lo que pasa es que a veces el escenario va acompañado de giras y las giras van acompañadas de gentes que van viajando con uno a todos lados, que son muy divertidas, pero que son una tentación ambulante.
¿Cómo hiciste para manejar esas tentaciones?
Trato de no cerrarle las puertas a nada, pero tampoco abrírselas a todo. Yo quiero estar vivo, y la gente busca vida en muchas cosas. Algunos la encuentran en el hijo que acaba de nacer, otros en un porro, en un viaje de éxtasis, en una moto, en las mujeres... Pero decirle que no a todo te convierte en un tipo enemistado con tu propia vida. Estar con una puerta abierta al pecado es un síntoma interesante de vida. A esta altura del partido, lamentablemente ya me convertí en un buen administrador de mi vida, y soy un tipo menos divertido de lo que fui.
Nunca tuviste grandes escándalos, ¿cómo hiciste?
¡Suerte!
Dirá que no hay peor enfermedad que la apatía; que es difícil generar cambios sociales si primero no se generan cambios personales; que el verdadero éxito es encontrar una vocación y seguirla: "Vi a hombres limpiando zapatos en una plaza con una sonrisa, y a poderosos empresarios frustrados porque les habría gustado tocar el bajo en una banda de rock". También hablará de comunismo, de religión, de su época de cantor en la calle Florida, de la guitarra como arma de seducción, responderá preguntas y agradecerá elogios. Más tarde, en su hotel, contará: "Esta mañana pregunté cuál era el tema de la charla. Mi asistente se quiso morir, porque estábamos con los dos representantes de Harvard. Pero sé que lo que estas instituciones buscan en alguien como yo no es sapiencia académica, sino lo que he aprendido en mi vida. Hay una escuela que no tiene nada que ver con los libros, y es la calle".
¿Hubieras preferido hablar en Berklee, que también está acá en Boston y es una universidad de música?
No, me hubiera dado más miedo. Porque yo soy un músico empírico, y en Berklee hay unos personajes tremendos. Pero a la larga, el exceso de información genera ausencia de creatividad. Yo creo que sería menos compositor si hubiese estudiado. Con menos recursos, uno aprende a generar más cosas, y menos complicadas. El hecho de no haber pasado por el jazz, por ejemplo, hace que mi asunto armónico sea más accesible. Me ha generado eso que sorprende a la gente: la posibilidad de dar conciertos de masas.
¿Te habría gustado estudiar y componer con más complejidad?
Siendo un muchacho de doce años que tocaba y escribía canciones desde los ocho, no me gustó que en el conservatorio me dijeran que iba a tener que guardar la guitarra durante dos años. Por eso lo mandé al bote de la basura.
Siempre hablás de los seudointelectuales que te critican. ¿Es una revancha haber hablado en Harvard?
Yo no me creo nada. Sé lo que representa haber estado en Harvard, pero salgo de ahí y pienso en lo siguiente. No ando por la vida llevándome los 35 Luna Park para todos lados o contándoselos a los amigos, porque me hace sentir inútil o en exceso importante. Lo de Harvard apareció, no lo buscamos con una intención mediática.
¿No te acomplejó tu falta de formación académica?
No, porque estoy muy seguro de dónde vengo y la experiencia que tengo. Desde los 13, 14 años, leer se me convirtió en un vicio. Que he ido perdiendo con el tiempo: hoy leo sólo lo que me atrapa. Te repito: lo académico en exceso se puede convertir en una tara. Saber lo que dicen los libros puede ser interesante, siempre y cuando le des chance a la picardía que te da la calle. Por eso a veces con los mejores alumnos de estas universidades no pasa nada. Los que llegan a ser presidentes de países como los nuestros son los chantas con conocimiento.
Vos serías un chanta con carisma.
No sé. Diría que soy un tipo difícil, por lo menos en el ambiente discográfico. Siempre tuve mala relación con las discográficas, siento un conflicto entre lo administrativo y lo creativo. Ellos meten a todos los artistas en el mismo embudo: no importa si haces rancheras, baladas, rocanrol, merengues, ellos te quieren llevar a un programa porque lo ve todo el país. Puede ser que ese programa le dé por la cabeza a tu carrera, pero para ellos es todo popularidad, no importa que quedes jodido. Así te pueden arruinar.
Ahora ya estarás en posición de que no te impongan nada.
Siempre joden. Siempre. La industria discográfica está metida en un lío terrible, donde todos sienten que las balas les vienen a la cabeza, y entonces nadie se atreve a arriesgar nada: van a lo seguro. La creatividad se fue, los cazadores de artistas no existen más, sólo hay administradores que velan para que los resultados sean positivos a fin de año, porque si no les cortan la cabeza.
Hoy vos serías lo seguro.
No sé, porque uno joroba mucho y se les vuelve complicado. Para ellos es más fácil tratar con un artista nuevo que dice que sí a todo.
¿Qué pasa con vos en Argentina?
Mi relación con la Argentina empezó jodida, con el disco Historias (1994) y un Lola Membrives que pagué yo, porque la discográfica me canceló el presupuesto. Fue un camino de menor a mayor, con temporadas en el Opera, el Rex. Los teatros son una buena manera de enamorar. Como un bar: es más fácil convencer a alguien que está cerquita que gritar de mesa a mesa.
En la Bombonera eso va a cambiar.
Entre los lugares grandes, es el que más cerca está. River es un lugar muchísimo más alejado de la gente. La Bombonera es como un teatrotote. Si allí tienes la posibilidad de putear al árbitro y que te escuche, algo similar debe pasar en un show.
Vos dijiste que Sui Generis fue una de tus grandes influencias. Charly García va a tocar en la misma época que vos, después de estar internado. ¿Qué te parece que vuelva tan pronto?
Conozco poco del tema. Lo que está claro es que es un animal de escenario y se nutre estando ahí. A él y a la Argentina les viene muy bien que él esté ahí parado. Lo que pasa es que a veces el escenario va acompañado de giras y las giras van acompañadas de gentes que van viajando con uno a todos lados, que son muy divertidas, pero que son una tentación ambulante.
¿Cómo hiciste para manejar esas tentaciones?
Trato de no cerrarle las puertas a nada, pero tampoco abrírselas a todo. Yo quiero estar vivo, y la gente busca vida en muchas cosas. Algunos la encuentran en el hijo que acaba de nacer, otros en un porro, en un viaje de éxtasis, en una moto, en las mujeres... Pero decirle que no a todo te convierte en un tipo enemistado con tu propia vida. Estar con una puerta abierta al pecado es un síntoma interesante de vida. A esta altura del partido, lamentablemente ya me convertí en un buen administrador de mi vida, y soy un tipo menos divertido de lo que fui.
Nunca tuviste grandes escándalos, ¿cómo hiciste?
¡Suerte!
Fuente: Clarín.com
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